"A falta de una marca en común, mejor diversidad"
«La crisis ha resultado ser una oportunidad» la frase abrió la convocatoria de los Desayunos Empresariales organizados por El Norte de Castilla y la agencia Comunicación Profesional en los salones del hotel Novotel de Valladolid.
Cinco representantes del sector hostelero de Castilla y León acudieron en esta ocasión a la invitación para debatir durante hora y media sobre las debilidades y fortalezas, de las amenazas y las oportunidades de uno de los sectores económicos que mayor pujanza ha demostrado durante las dos últimas décadas en la comunidad. La cifra de camas se ha duplicado y, además, ha surgido toda una nueva zona, la del turismo rural que ha servido para que algunos emprendedores hayan llevado hasta los pequeños municipios de la comunidad nuevas expectativas de continuidad.
Luis Rodríguez se sentó en la mesa en representación de la Federación de Asociaciones de Turismo Rural de Castilla y León, entidad constituida en 1996 y que suma 550 de los 3.600 alojamientos existentes en la comunidad. Nicolás Prieto acudió como gerente de la Federación Castellano y Leonesa de Empresarios de Hostelería, que agrupa a 6.000 empresas del sector de las que 400 son establecimientos hoteleros. Raúl Temprano asistió como presidente de la Asociación de Empresarios de Turismo Activo, de la que forman parte 31 empresas e Isabel del Prado llegó desde Palencia en representación de la Asociación Palentina de Turismo Rural Canal de Castilla-Camino de Santiago, con 36 socios y 46 establecimientos integrados. José Antonio Basterra, director de Novotel, completó la lista.
Grandes y pequeños
Primera conclusión tras la presentación de las distintas opciones presentes en la mesa, en la actividad turística caben desde las microempresas hasta las multinacionales. De hecho, como recordó Basterra, también algunas de estas multinacionales fueron en su día una pequeña empresa. ¿Hay sitio para tantos? El mercado indica que sí.
«Para el turismo rural esta es una de sus fortalezas -afirma Isabel de Prado-. Nuestros clientes buscan algo singular -continúa- y eso pasa por las personas que les reciben. Nos alejamos cada vez más del hecho de entregar la llave y decir al cliente: 'aquí tiene el alojamiento', para intentar orientarle. Las empresas de tamaño pequeño tienen la ventaja de la proximidad».
Matiza Luis Rodríguez: «Se creía que lo rural era un producto en si mismo, pero nos hemos equivocado. El campo, la naturaleza o un monumento no es el producto que haya que vender», explica. «Lo que hay que vender es la emoción que genere ese producto», argumenta. Y añade, «en realidad ya no existe el turismo rural, existe el turismo» sentencia.
«La lacra que tenemos en el turismo rural, el peso que arrastramos es precisamente en la manera en que empezó esto. Con esa orientación de zonas mineras y zonas agrarias hacia turismo rural, lo que implica que haya propietarios y no empresarios», razona Raúl Temprano. «Esa es la realidad. Y, ¿una persona que tiene dos casa, que lo hace todo ella sola, puede pensar en promoción, en comunicación y márquetin, en estar al día?», se pregunta el empresario leonés.
La hora de la imaginación
«El mercado es lo que es y la diversidad y la complementariedad hay algunos que pensamos que es buena», aclara Prieto Hernando. «¿Puede haber tanta oferta como la que existe?» agrega y se responde, «pues es evidente, porque está ahí. Ahora bien, las cuentas de explotación de algunos hoteles urbanos son cada vez más complejas de sacar adelante, porque la competencia es cada vez mayor. Algunos empezamos a pensar que habría que regular un poco, porque se nos puede ir de las manos», dice el representante de los hosteleros y hoteleros.
Basterra coincide. Hoy hay que imaginar y animar a los clientes. «Hay un núcleo de personas que han invertido en edificios, pero sin tener claro un producto y una estrategia. Con lo cual, a los quince días y en la situación en la que estamos, se empiezan a tomar cada día una decisión contraria a la anterior y si no se tiene una estrategia definida, nos metemos en problemas», augura.
El director de Novotel apunta que Valladolid ha comenzado a especializarse «en tres o cuatro productos», además de la Semana Santa. Así, hay sensibilización hacia los conciertos o hacia la concentración de motos de Pingüinos, en enero. «El resto de los fines de semana, para mí es importante el precio y comprar al hombre del tiempo», ironiza. Porque cuando la previsión meteorológica es de frío, lluvia o nieve, el cliente, madrileño sobre todo, se inclina más por Valladolid que por Valencia. Cosas del clima.
¿Hace falta una marca reconocible? Gutiérrez cree que sí, pero no algo estrecho. Nada de comarca, hay que ir a algo más grande, como Castilla y León. Diversidad de opiniones. Temprano apunta que «cada vez que hablamos de esto no nos olvidamos que Castilla y León es más grande que Portugal. ¿Cómo posicionamos una cosa así de grande con esta diversidad de ciudades y de estilos?», pregunta al resto.
Replica él mismo, «hoy el cliente picotea quiere un poco de gastronomía, unas gotas de cultura, un poco de experiencia deportiva. «Así que es necesaria la diversidad, y obligatoria. Por eso igual funciona mejor una marca como Ávila y ¡ojo! eso dándote la razón en lo del provincianismo», matiza dirigiéndose a Luis Rodríguez.
Acuerdo sobre la mesa: La diversidad, lejos de ser un inconveniente, es una ventaja. Un algo así como 'lo tenemos casi todo'. Y en una competencia global, con todos, con todo el mundo, ¿somos competitivos en precios?. «Si mi presupuesto para el fin de semana es de 200 euros, y gasto 60 en una habitación puedo ir al restaurante y hacer otras actividades, así que ahí es donde estamos trabajando», reconoce Basterra. Hoy, la política de precios es parte importante de la oferta de los hoteles.
Pregunta el moderador. ¿Y cómo es posible que resulte más económico pasar quince días en algunos hoteles de la costa que en medio de la Meseta Norte?
La clave, el precio
Para Nicolás Prieto es cuestión de que se avance en la hostelería y que los hoteles, grandes o pequeños, rurales o urbanos busquen al consumidor final. Propone que una parte de lo que gastan las administraciones en promoción, en ferias, se dirija, como en Navarra, a la reducción del precio para el comprador. «Hay un gran producto, que se llama Castilla y León, que ahora se puede comunicar de forma más barata. Así que pongamos el dinero no tanto al principio del camino como al final. Hoy, lo primero que miran es el precio, hasta los ricos», bromea.
Lo de las ferias es otra coincidencia, casi todos entienden que «son un escaparate» pero no sirven para comprar y vender, menos aún para los establecimientos rurales. «Asisten a las ferias tres o cuatro pabellones diferenciados, pero no se vende marca de Castilla y León desde ningún ámbito de la administración. Y debemos dejar de pensar que tener un stand de no sé cuantos metros cuadrados en Fitur o en la feria de Londres supone el mejor escaparate. No creo que lo sea. Hay que aunar, que sería lo que realmente nos serviría», afirma De Prado. ¿Y para los hoteles?, pues tampoco, porque buscar clientes en Hong Kong no cuaja, cuando el principal núcleo de clientela «está en un radio de 400 kilómetros», dice Basterra.
Sobre la mesa circulan otras referencias, no falta Internet, hoy principal fórmula de contacto con el cliente final. «Está uno cansado de ir a ferias y que el balance final sea pobre», insiste Prieto. La calidad del turismo y del servicio es la otra clave junto con la del precio. «Ese es el concepto que nos falta», asegura Temprano, «queremos dar grandes cosas en establecimientos humildes y ahí fallamos», añade. Lo concluye Basterra: «Nos van a controlar la calidad y la gente va a cobrar por la calidad del servicio. Puede marcar la diferencia ante los competidores».
Fuente: nortedecastilla.es